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el periodico de saltillo
Agosto 2016
Edición No. 330


Saltillo y sus personajes

José Luis Carrillo Hernández.

Saltillo ha pasado de ser una pequeña comunidad, donde casi todos se conocían, el rancho grande llamado en son de broma, a una gran ciudad, moderna, industrial y comercial. Saltillo de ser una bella y pequeña ciudad colonial, llena de estudiantes foráneos y extranjeros veraniegos, en pocos años pasó a ser, una gran ciudad con tristes reminiscencias de ese pasado, reconstruida con grandes escaparates de cristal y cemento.

En mi infancia, el Saltillo urbano no iba más allá de las salidas a las carreteras a México, Guadalajara, Monclova y Torreón, el pavimento llegaban algo así como hasta la plaza Félix U. Gómez por la calle de Hidalgo, en el antiguo barrio del Ojo de agua, hasta la calle de Escobedo, terminando en el cruce de Abasolo y Bolívar; lo demás, casas dispersas de adobe, colonias en formación, como la mía al sur de la ciudad, la Bellavista, entonces, alumbrados con quinqués, acarreando y bebiendo agua de la noria ubicada en una gran huerta a cincuenta pasos de casa, llena de árboles frutales y otras nogaleras que luego dieron paso al Fraccionamiento San Lorenzo, que por cierto ilegalmente ha cerrado el tránsito vehicular cuando es pavimentado con recursos públicos, generando graves problemas de embotellamiento en la vieja calzada Antonio Narro.

Al poniente la urbanización apenas llegaba al hoy Hospital Universitario, lo demás eran un caserío alrededor de los panteones, era el barrio de don Oscar Flores Tapia, años después todos estos terrenos serían escenario de disputas por colonizar entre lideresas y vividores incrustados en el vetusto PRI y sus izquierdas satelitales, como María Herrera y Lidia Hernández que hicieron de estos sectores sus cacicazgos, control político y granero de votos dóciles, baratos y redituables.

Al norte, la gran aventura, los viejos ferrocarriles en lo que hoy es Coss, la colonia República, el Ateneo, el Tecnológico, zona residencial e industrial al Norponiente, no había periférico alguno, ni colonia Latinoamericana. Los autobuses foráneos pasaban por calles de Allende, Presidente Cárdenas, Victoria y Antonio Narro. Entonces el Centro de Saltillo era extraordinariamente bello y colonial.

Tendría algunos cinco o seis años cuando tristemente vi caer en la calle de Victoria, aquel hermoso edificio del Hotel Coahuila de un estricto diseño neoclásico, recubierto de cantera gris y forrado de maderas importadas, le siguieron un sin número de casonas y edificaciones que iban del plateresco hasta el Victoriano, entre otras grandes casonas de vernácula arquitectura de paredes de adobe y grandes fachadas de ladrillo muy característico del Saltillo de ayer que fueron sustituidos por fríos y feos cajones de concreto de grandes aparadores para convertirse en la calle del zapato y los elotes.

Últimas muestras de esa criminal manera de destruir nuestro pasado lo son el cine Palacio y la bella casona de lo que reciente fue café y galería El Cisne ubicada donde topa la calle de Mina en Victoria. Por una cuantas monedas los señores que dicen querer a Saltillo con la complacencia del municipio entregan el patrimonio artístico y arquitectónico de la ciudad a la prostitución del mercado, transformándolos en espacios banales y voluptuosos de mercaderías y zapatos, expuestos entre cristales y luces con la intención de seducir peatones.

En verano era muy común ver la parvada de jóvenes extranjeros americanos que año con año inundaban las calles del viejo Saltillo y que con la excusa de estudiar español en las escuelas de verano, pasaban largas temporadas disfrutando del clima, la hospitalidad y la belleza de lo que otra era fue Saltillo colonial; y, aunque usted no lo crea nuestro pueblo era muy turístico y recibía una amplia derrama económica, sin embargo a los casatenientes y terratenientes urbanos acaparadores y especuladores poco o nada les importó el valor histórico y cultural de la arquitectura de la antigua ciudad casi todo lo han derrumbado.

Saltillo, desafortunadamente no ha tenido quien lo defienda a excepción de don Oscar Flores Tapia el gobernador constructor, pero tampoco ha tenido quien narre su vida y sus personajes, pues de quien se debería de encargar de ello, sólo recibimos bromas y chistes obscenos de mal gusto, dejando en el abismo del olvido la memoria y efemérides de nuestra sociedad, sus historias, sus personajes.

La falta de memoria histórica de los pueblos hace que se equivoquen, los pierde en la ilusión del momento y las modas, sus componentes también se pierden, pasan al ostracismo, al olvido e indiferencia por la ausencia de un cronista ajeno al oficialismo, sin genuflexiones ni zalamerías.

Algunos de esos tantos componentes o historias son las que nos heredan dos personajes muy singulares, únicos, que no debemos olvidar por su autenticidad. No mintieron, ni simularon sus ideas o propósitos, al contrario fueron tras de ellos, jamás se cotizaron frente a quien ejercía el poder público, pues de lambiscones nada tenían, al contrario, rebeldes, panfletarios y filosóficos, locos y cuerdos, humanistas auténticos, uno viviendo en el ideal con locura y el otro en la realidad espejeante y confusa de sentirse un pendejo o rodeado de ellos.

Don Adrián Rodríguez y don Hermenegildo Torres, desconocidos por las nuevas generaciones, saltillenses de cepa, crecidos y vividos en el siglo pasado, distintos pero no distantes, por sus palabras y panfletos nos describen dos mundos, dos visiones, auténticos, originales y locos, nos mostraron la diferencia ante lo pésimo de los copistas que adulteran y falsean la realidad, que con la retórica más que de un juglar, lo hacen con el traje divertido de la corte, el del bufón.

El primero de ellos don Adrián Rodríguez García un viejo vagabundo, culto, de origen pequeño burgués, venido a menos por su bella, romántica e idealizada locura, que lo hizo entre otras cosas declararse presidente de la república postulado por el Partido Nacional Adrianista y el Frente Único de Ciudadanos No Votantes, y como el abstencionismo siempre es mayoritario, Adrián siempre se declaraba Presidente. Gracias a nuestro amigo, el inquieto caminante y periodista Ángel Sánchez es como nuestra comunidad pudo preservar parte de la memoria de don Adrián, nadie más se interesó por él.

Lo recuerdo de adolescente encabezando el desfile de los 400 años de la fundación de Saltillo, repartiendo claveles a las damas, lo recuerdo como el primer grafitero del pueblo con su UU (Universidad Universo) en todos los camiones, postes y paredes de la ciudad. Siempre cargado de panfletos, un auténtico predicador de utopías entrelazadas con la realidad de este mundo, lacerante y engañoso, así, para aliviar la miseria propone la creación del Banco del Pueblo que consistía en que tirar el dinero que no usaras y levantar sólo el que necesites.

Famoso por sus Axiomas, Rector de la Universidad Universo, con su sede en la ciudad Lux (Saltillo) un personaje fuera de serie, quien con su locura siempre desde sus manifiestos mostró desprecio y repudio a la corrupta y simuladora clase política y sus sucios, perdón, ¡socios!

El siguiente es el texto de uno de esos panfletos de los pocos que logra rescatar Ángel Sánchez en su libro Universidad Universo.

Partido Nacional Adrianista.
Frente único de ciudadanos no votantes.
“Ni me quiebro ni me doblo”.
Contra todas las farsas
Contra todos los farsantes
sin votar…………………..
Venceremos.

Sinfonía de combate

Preludio:
Taciturno, andrajoso y cabizbajo,
Cargado de cadenas y grilletes
Con la piel ulcerada por los fuetes,
Mirando, amedrentado, siempre abajo.
Sin aprender a erguirse turbulento
Y a quebrantar el mundo en sus furores……..
Allí está, sin virtud y sin vigores,
Emasculado, abúlico y hambriento.
Es el pueblo!...... el pueblo mexicano:
Esforzado y heroico con Hidalgo,
Hoy esclavo del norteamericano;
Con Villa y con Zapata hijodalgo…..
El P.R.I. lo ha hundido en el pantano;
Y hoy mendiga, angustiado, pidiendo algo.

El otro de ellos, don Hermenegildo Torres, de oficio impresor, a los 36 años emigra a la vecina ciudad Monterrey, donde, al igual que don Adrián creó sus propio partido, también, mayoritario, El Partido Único de Pendejos (PUP), ahí, todos cabemos y es inútil tratar de salir cuando caes en él.

En sus especulaciones filosóficas y exploración de la condición humana don Hermenegildo constantemente reflexionaba sobre un tercer fenómeno que nos identifica, que también nos hace iguales, como el nacer y el morir, ese tercer elemento es el pendejismo, el que se mide y clasifica desde todas las perspectivas del conocimiento, cualquiera que usted escoja.

El Fundador del PUP* al invitar a integrarse al partido, lo hace con la ineludible regla de aceptarse como un pendejo, ya que por más que presumamos saber, nos colocamos así en la línea cómoda de no saber nada, ajustándonos al principio del gran filósofo Sócrates, quien dijo: “yo sólo sé que no sé nada”, además agrega; si vamos a hacernos pendejos, hay que hacerlo bien y con conocimiento de causa, para que no nos hagan más pendejos de lo que ya somos.

El pendejismo no tiene fronteras; todos somos pendejos, aquellos que crean que no lo son, en realidad son pendejos, ignorantes y optimistas; es más fácil aceptarse pendejo que comprobar no serlo, éstas son algunos postulados del PUP, pero también exige de sus miembros ciertos ejercicios, como hacerse pendejo cuando menos una hora al día, o bien, mientras más temprano te levantes más pendejadas puedes hacer.

Además, el Presidente y fundador del PUP, nos ha legado un larguísimo catálogo de definiciones de todo tipo de pendejos a las cuales difícilmente escapa la condición y el saber humano, como el Pendejo Campeón, al que nadie le gana haciendo pendejadas. El Pendejo Esperanzado, que piensa que se le va a quitar o El Pendejo Pontificador, que opina puras pendejadas.

Sin duda que el legado de estos hombres va más allá de aquel que lo mueve la ambición del dinero y reconocimiento buscado desde los editoriales periodísticos, ellos crearon sus propias trincheras, sus espacios y lograron el reconocimiento de la sociedad porque fueron consecuentes, así murieron, cuando otros, por traidores y mentirosos, son reconocidos por otros traidores y mentirosos: la clase política, que como pago por unas alabanzas entrega los recintos culturales a los bromistas, que un día en el 68 le dieron la espalda a los estudiantes solidarios de Coahuila. Auténticos zacatones que se extendieron hasta el 84 cuando los estudiantes de la Autónoma de Coahuila decidieron dignificar la vida universitaria y una vez más fueron traicionados.

La posibilidad que nos brinda revisar el pasado, nos permite ajustar nuestro presente, con la certeza de que las decisiones y acciones no lastimen más a un sector poco atendido y denostado por la acción y la omisión de clase política, el sector de la cultura que a todos involucra; el estado tiene la obligación de generar y financiar los espacios e iniciativas que conlleven a preservarla, enriquecerla y trasmitirla, un derecho dado como proceso natural, que en primera instancia procurara a su ciudadanos , cultura popular, la que trasciende más allá.

*www.pupsocrates.org/

 

 

 
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